lunes, 25 de agosto de 2014

Z y su Metamorfosis


Juan López

    La memoria nos retrotrae a un personaje vociferante, agresivo, ruidoso y de limitada inteligencia. Bravucón que cada mañana daba vueltas en círculo buscando a quien agredir. Los periodistas eran favoritos en su especialidad. Ya en la gubernatura logró olvidar cuando andaba de pedigüeño tras los pocos medios que le daban algo de audiencia, verles la cara a los monopolios, solicitarles con humildad un minuto de auditorio.

    Desde que se estrenó como presidente municipal inició la extraña metamorfosis que lo fue transformando como un enfermo que toma una pócima y lo convierte en una fiera montaraz. Se fue encerrando en un círculo de discípulos y de cómplices que bloquearon toda oportunidad de que mejoraran sus relaciones con la sociedad civil.

    A veces, mitad pantera, mitad pavorreal el insuflado hizo del grito una expresión política y de la ira una mueca fija de sus quehaceres domésticos. El padecimiento de no saber controlar ni operar el poder, es un mal que podría dejársele a Césare Lombroso. Se parece el vértigo de un régimen sin control con el crimen fácil de un gobierno perverso.

    Todos sabíamos de los estragos físicos que causa el alcoholismo pero, estábamos atenidos a los remedios grupales, a las sesiones colectivas de los Alcohólicos Anónimos y hasta opinábamos que restablecerse luego de una farra de muchos años, era un mérito indiscutible de quien se adhería a estas terapias bondadosas.

    Cada mañana comprábamos los diarios para ver a quien injuriaba, llamaba mequetrefe o le imponía motes de su mal gusto. Casi diez años soportamos la tirria gratuita de un ser que malversaba la armonía, estaba peleado con la concordia y disputaba el primer lugar en lo soez y la afrenta.

    Descubrimos que sólo el manto de la elección popular le daba aliento. Cuando amainó su poder y tenía la obligación de ir a entregar a Ángel Aguirre los bártulos de su investidura, se negó a presentarse en el Congreso. Una rabieta más. Un desdén propio de su cobardía.

    Hoy que se le publican expedientes criminólogos, acusaciones de homicidio calificado, aquel fantoche esta mudo. Peleonero, gritón, camorrero, machote y altanero, guarda un hermetismo que no lo trasunta con lo que fue, cuando insultaba a quien se le pegaba la gana.

   PD: “Hay un enano en el tapanco”: Dicho.


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