domingo, 8 de junio de 2014

Diputada Insolente


Juan López

    El Congreso de Chilpancingo ostenta, lo que ninguna otra legislatura del país puede presumir: un glorioso e histórico antecedente: aquí se instaló el Primer Congreso de Anáhuac, donde José María Morelos y Pavón, leyera  Los Sentimientos de la Nación, ese magno documento que en 1813 se adelantó a la Primera Constitución de Apatzingán.

    Chilpancingo tiene otras efemérides. Fue también El Siervo de la Nación quien asumiendo a esta ciudad como capital de la república federalista naciente, promulgó la abolición de la esclavitud en todo el territorio libre de la América hispánica.

    Desde entonces nuestras instituciones públicas son libres, laicas y soberanas: “Que no distinga a un individuo de otro, sólo el vicio o la virtud… El hogar debe ser un asilo inviolable”.

    Cuando la diputada Julieta Fernández de Añorve lleva a la sede de este Congreso a un puñado de fanáticos que entonan endechas religiosas, para sustentar su animadversión a la despenalización del aborto, debemos mantener la paciencia suficiente para no execrar su ignorancia.

    Su insolencia no debe quedar impune porque agravia a nuestra historia.

    La separación Estado-Iglesia inicia cuando los fariseos le preguntan a Jesucristo: “Es justo pagar tributo al César?” El Redentor les responde: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. En esa cita de Mateo en el Evangelio, queda inscrita la separación de lo eterno con lo temporal. Es Benito Juárez en México, en las Leyes de Reforma quien da rango jurídico a una de las más sólidas doctrinas cristianas, pero fue el propio Jesús, por si lo ignora Julieta Fernández, quien inició la consigna de que iglesia y gobierno deben estar bifurcados en lo terrenal y en lo celestial.

    De ahí que no entendemos la necedad de la diputada que, en vez de debatir en la tribuna parlamentaria, sus argumentos y sus  razones lógicas e ideológicas, ciudadanas, legales y morales, origina en vez de tales, una cruzada del peor fundamentalismo calvinista.

    Seguro que Julieta también ignora que México, por torpezas como la suya, padeció en los años treinta una cruenta guerra cristera, por soliviantar los odios sentimentales de un sector con paranoia evangelista, fomentando la intolerancia y convocando  al pleito y la revancha política y social. Entonces, cientos de miles de mexicanos muertos nos costó esa fanática confrontación fratricida.

    Las apologistas de dogmas, llevan a la plebe a la hoguera.

    Por el sólo hecho de haber convocado a sus feligreses a la sede del Congreso estatal, la diputada Julieta Fernández debe hacerse objeto de una sanción política ejemplar. No sólo violó el recinto histórico de Chilpancingo, también sustrajo de sus templos a los creyentes, que es en el único sitio donde están facultados por la ley para ejercer los ritos de su credo.

    Si la mayoría legislativa desea sentar un precedente de orden y respeto a nuestras instituciones, debe prescindir, pero ya, de doña Julieta en esta legislatura y, convocar a su suplente para que continúe los trabajos camarales del Distrito correspondiente. Pasar por alto el agravio que Julieta infringió a nuestras instituciones es,  abrir la posibilidad para que quien quiera, mancille el recinto y se vuelva una mogiganga el oficio -la representación popular-, de uno de los tres poderes que conforman el Estado de Derecho de Guerrero.

    No se va a disminuir ni a demeritar a ningún partido ni se le van a quitar cuadros al PRI, quien acompaña como suplente en la fórmula de Julieta Fernández, va a representar al partido tricolor que la defenestre, lo más pronto posible.


    PD: “No dejes para mañana, lo que puedas hacer hoy”: Refrán.    

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