jueves, 30 de enero de 2014

Torre de Babel



Por Gerardo F. Rodríguez-Arias

Botadura

La botadura es un acto simbólico en el que se celebra la oportunidad de lanzarse a la mar.  Dicho acto reviste especial significado cuando se forma parte de una flota -que en este caso- abandera la libre expresión en un marco de respeto y concordia, donde la crítica razonada y la propuesta se tornan en el pabellón de conveniencia, donde conviven la razón y la cerrazón, el mare liberum y el mare clausum.

Un análisis diferente

Se presenta la ocasión para escribir un primer artículo con una perspectiva menos transitada porque al hojear los diarios encontramos un alto porcentaje de controvertidas noticias que dan cuenta de la turbulenta realidad nacional en la que la Agenda comprende modificaciones constitucionales en temas tan diversos como la Reforma Energética, la Reforma Educativa, la Reforma Política, así como la formulación y promulgación de las leyes secundarias, y los reglamentos.  Y ni que decir respecto a la violencia desatada en una veintena de municipios de los 113 del Estado de Michoacán… amén de otros lugares de la geografía nacional, la violencia que no es un “fantasma” sino una dolorosa realidad que recorre el País dejando una estela de horror y daños que solo abre posibilidades a que poderes externos vean con codicia expansionista la posibilidad de “meter sus narices” en nuestra delicada soberanía.  Y si lo vemos de cerca, todo tiene que ver con nuestra Carta Magna, pues en principio y fin, esto tiene que ver con el derecho.

La Constitución Mexicana

Es por ello que este Día de la Constitución debe ser -no obstante la compleja realidad- un día de concelebración ciudadana en el que tenemos una guía de muy altos vuelos, una guía para alcanzar la Utopía, que sin quererlo, es, en nuestra república una suerte de Biblia, en el orden laico y terrenal, en el que casi todos caemos en falta. 

A la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 –que reforma la de 1857- hemos llegado no por el “dedo de Dios” sino tras luchas sangrientas y la creación perfectible de uno de los instrumentos jurídicos más avanzados del mundo, de aquellos países que somos parte del concierto internacional.

Sin embargo, sucede que al terminar de leer el Magno texto de carácter jurídico supremo e inapelable, el que posee ese halo cuasi sagrado, contenido en esas hojas de un papel tan bellamente empastado en piel con letras de oro, con sorpresa vemos que pudiera asemejarse a leer Baroque Concerto, de Alejo Carpentier, porque de lo que habla es de la Utopía. 

La que debería en la realidad ser la “piedra de toque”  de las actividades diarias en las más altas esferas mundanas, se convierte en la gran mayoría de la ocasiones –solamente- en un recuento profuso de las formalidades necesarias como si lo hubiese escrito Lasalle.

Ay México, con toda y nuestra enorme riqueza cultural por ser cruce de civilizaciones, hoy te susurro “el Civismo está en peligro en el País”, y sobre todo en algunos sectores que lo abanderan, no porque se haya dejado de impartir en las aulas, sino porque se ha dejado de creer en él y se ha endiosado como lo virtuoso aquello que no lo es, creando codicia rampante.

Esta afirmación toma como ejemplo el artículo 134, pero tome usted cualquier otro artículo, el que le guste y véalo a contraluz.  A ver que resulta: medio ambiente, educación, derechos económicos, sociales, culturales, por lo que es posible afirmar que “todos somos parte del problema”.

Especialmente algunos de los que pomposamente se dicen miembros de la llamada “clase política” que frecuentemente ostentan fortunas indecentes que no se alcanzan en una generación de arduo trabajo con sueldos generosos y dietas que no son tal; y que muchas de las veces son los que frecuentemente caen en la tentación de no respetar nuestra Carta Magna, esos que en la palestra y de forma discursiva, ofrecen alcanzar “equidad social” a los olvidados y a la golpeada “clase media”: voto a favor, a cambio de gorritas, banderitas, pañuelitos, torta, refresco y el “domingo”.

Visto así la Constitución debería decir por ejemplo:

Artículo 134. Los recursos económicos de que dispongan la Federación, los estados, los municipios, el Distrito Federal y los órganos político-administrativos de sus demarcaciones territoriales, se administrarán de acuerdo a los intereses de la camarilla en el poder en turno, de forma ineficiente, con opacidad, dispendio y con dudosa honradez para satisfacer intereses personalísimos o de partido”

Con un artículo -así reformado- viviríamos la realidad de frente, sin eufemismos… la Carta Magna, se respetaría.  Claro, hablaríamos de una doctrina distinta, de aquella donde el poder otorga la razón y perderíamos de vista que el orden civilizado posee un alto valor, en tanto decidamos conferírselo.


Y hasta aquí, con su permiso… y claro está, con la venia del Art. 7., que habla de la inviolabilidad de la libertad de difundir opiniones, información e ideas, a través de cualquier medio, por lo menos, hasta hoy.  Feliz Día de la Constitución.

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