sábado, 21 de septiembre de 2013

Del Director


Solo quienes vivieron y siguen viviendo en carne propia el embate desolador de la tormenta “Manuel”, pueden narrar con marcada exactitud la impotencia que se siente, cuando pierdes todo de la noche a la mañana y tienen que seguir luchando por la familia para llevarles de comer, aunque sea pidiendo caridad o tomando lo que no es suyo.

El agua de los días lluviosos fue devastadora, quizás comparado con otros fenómenos de la naturaleza ya pasados, con particularidad que en esta ocasión no trajo vientos huracanado y tardó cuatro días en lugar de horas, como dicen ocurrió con El Tara, el Biula, el Boris o paulina que se dejaron sentir con más fuerza, porque venían acompañado de fuertes vientos.

De por si, el panorama es desolador desde el inicio de la semana a la fecha en toda la Costa Grande, pero más crítico se torna el tiempo por el poco apoyo de las autoridades que no han hecho su trabajo en beneficio de todos, pues hay que tomar en cuenta que Guerrero lo conforman las siete u 8 regiones y no nada más Acapulco, ni Chilpancingo y menos Zihuatanejo donde dicen van a enviar programas de ayuda emergente y hasta con la creación de empleos temporales.

Nadie puede decir que la Costa Grande se encuentra abandonada, simplemente comentamos que el apoyo no fluye de acuerdo a la magnitud del problema, que ojalá se agilicen los mecanismos porque la falta de servicios y de alimentos puede provocar una situación más grave que la de los grupos organizados, que con razón o sin ella han dado fuerte dolor de cabeza a las instancias de gobierno en su con junto, digánse policías comunitarios, maestros cetegistas o jóvenes insurrectos, porque cuando la familia pide de comer, se le tiene que llevar no importa cómo obtener los alimentos.

Señores autoridades, la Costa Grande también es México y a dado mucho aporte a la creación de este gran país, por eso no la abandonen ahora que gran  parte de sus hijos están en desgracia.


Un cereal, tampoco las cajas de mango ni de plátano, mitigan el hambre, por muy de buen corazón con que se actúe.

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