lunes, 2 de septiembre de 2013

COPECOL

Juan López

    Los Estados de la República son Entidades Federativas regidas por un Pacto Federal determinado en la Constitución General de la República. Son libres y soberanos. Se rigen por su propia Constitución estatal, eligen a sus gobernantes, poseen estructura jurídica propia, independiente, administran su tesoro público, imparten justicia y promulgan sus leyes.

    COPECOL es, un engendro, una metástasis de la descomposición social y jurídica del país: Conferencia Permanente de Congresos Locales. Catarsis de burócratas incapaces de normar jurídicamente  sus territorios en esta Edad de la Violencia y que suplen con discursos  vanos, áridos y estériles, este clima del México que se zambulle en el pantano de la desolación.

    No existe en La Carta Magna ninguna disposición que  ordene a los Congresos  locales, aglutinarse en un inútil membrete. Los únicos espacios fidedignos en la División de Poderes de la Federación son el Senado de la República, el Congreso de la Unión,  el Jefe del Ejecutivo Federal, La Suprema Corte de Justicia de la Nación, los gobernadores de los Estados y sus dos poderes aledaños. Cualquier otra figura alterna como la COPECOL son inconstitucionales y por lo mismo carecen de legitimidad jurídica.

    Independientemente de que sean pantomimas burocráticas, estos  organismos paralelos, causan al erario un dispendio innecesario. ¿Quién paga tres días y noches en el hotel más lujoso de Acapulco? Los salones para congresos, las viandas, las flores, las canastas de frutas, los vinos y licores de las marcas más sofisticadas importados, propios para paladares exigentes y parásitos que comen y beben sin pagar un centavo de sus bolsillos. Y saben qué: Ninguno de sus acuerdos son obligatorios ni tienen rango de legalidad.

    Mientras los diputados locales dilapidan nuestros impuestos en coquetas reuniones y estruendosas alharacas  festivas,  el gobierno federal busca gravar con IVA  las medicinas y alimentos. Perseguir a los causantes cautivos,  hostigar a los empresarios, fastidiar a los empleados, sacar impuestos de debajo de las piedras, para que la clase política continúe su derroche, sangrando la productividad popular y exprimiendo la ubre de la economía mexicana.

    Para gastar millones de pesos en fantasiosos aquelarres, la cuenta pública erogó  millones de pesos que tanta falta hacen en las escuelas, los hospitales, las calles destrozadas, el agua potable inexistente, los servicios públicos y las obras que no se concluyen.

    Los diputados locales ignoran que son electos por Distrito. Que sus afanes son territoriales. Que para suscitar compromisos interestatales está el Congreso Federal y que, igual que la CONAGO, -Confederación Nacional de Gobernadores-, son espurios, mojiganga de un abuso permanente que no tiene vergüenza para malversar los impuestos del pueblo.

    Corresponde a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, parar a estos farsantes.


    PD: “No los perdones Señor, porque sí saben lo que hacen”: Paráfrasis.

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