Juan López.
Presidía la
Comisión de Puntos Constitucionales de la Cámara de Diputados, por el PRD. Murió
a los 93 años.
Nos es familiar porque a él principalmente, en la
Suprema Corte de Justicia de la Nación, le tocó atender el genocidio de Aguas
Blancas, perpetrado por jenízaros uniformados del régimen de Rubén Figueroa
Alcocer.
Clara y
contundente fue su resolución. El gobierno del Estado era culpable de graves
violaciones a los Derechos Humanos; responsable de homicidios alevosos,
fechorías que debían ser castigadas por la justicia y la ley.
Un Congreso
federal obediente y sumiso se negó a que prosperara el juicio político y sólo
con que Ernesto Zedillo pidiera a Figueroa que se fuera de la gubernatura, se
dio por solapada y concluida la impunidad y el crimen.
Quiso
Juventino ser un paladín con las reses del vecino. Se le vio duro y firme contra
la conducta delictiva del ex gobernador. Exigió que se le enjuiciara y
castigara porque, dejar impune el genocidio sería un precedente inexcusable.
Sin embargo,
en cuanto a los excesos de los Ministros de la Suprema Corte, sus duplicadas
canonjías, el derroche de sus haberes, el gusto por el gasto, el insolente
costo de la justicia en México auspiciado y fomentado por los jerarcas máximos
del alto tribunal, de eso, Juventino jamás dijo nada, guardó silencio toda su
vida, prudente y encubridor de la molicie en que se corrompen todos los de su
caletre.
No se puede
sólo ser estricto con los asesinos y gracioso con quienes se roban los
impuestos de un pueblo pobre.
PD: “Ser o no ser: is the
cuestion”: William Shakespeare.
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