lunes, 23 de abril de 2012

Del Director (Acosta Chaparro)



Con la muerte del General Mario Arturo Acosta Chaparro Scápite ocurrida hace días en la ciudad de México, se cierra toda una leyenda de terror y de  tortura, en la que también se le atribuyeron poco mas de 600 asesinatos, entre ellos el montón de cadáveres encontrados en el interior de un pozo artesiano en el antiguo fraccionamiento Copacabana del puerto de Acapulco, y demás osamentas humanas encontradas en lo que hoy son las instalaciones de la policía preventiva también en aquel  puerto acapulqueño, donde el polémico personaje fungió como jefe único  de todas las policías habidas y por haber, por ser el brazo derecho en aquel entonces del ex gobernador Rubén Figueroa Figueroa.

Fue en la época de los años 70, cuando este personaje llegó al estado, a quien se le atribuyó el rescate del propio ingeniero Figueroa Figueroa  en la sierra de Atoyac por parte de Lucio Cabañas Barrientos. Por esa situación, fue tanto el poderío  que agarró que en una ocasión cuando el entonces líder de la CTM en la entidad Filiberto Vigueras Lázaro pidió al ya  mandatario estatal que lo cesaran de sus cargos, este socarronamente le contestó,”es más fácil que me vaya yo, a que lo corran a èl como usted me lo esta pidiendo”.

De hecho Acosta Chaparro fue el causante indirecto de todas las desapariciones de personas que hoy traen como bandera algunos grupos  socialistas de Atoyac. Logró tanto poder y fama que en una ocasión el comandante de la 27 zona militar en Acapulco, General Brigadier Ricardo Cervantes García, con su personal mandó cerrar un palenque de gallos por el mercado campesino también en Acapulco, solo que mas tardaron en cerrarlo que Acosta Chaparro en abrirlo, cayendo muerto en esos instantes el general García Rojas del fuerte coraje que hizo.

También en Acapulco, el propio Acosta Chaparro, instaló un sitio de taxis mal llamado “Taxistas Unidos de Acapulco ( TUDA), administrado ´por el que también fue su jefe de grupo de la policía judicial del estado Nilo López Camacho. De esto se recuerda que uno de esos taxis fue reconocido por su dueño a quien días antes se lo habían robado, por lo que el chofer ni tardo ni perezoso le contestó, “si es suyo lléveselo”, porque así era la orden de su jefe, cuando llegaban a reconocer alguno de los autos robados que operaban como taxis en tres turnos noche y día.

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