martes, 13 de marzo de 2012

Transcultura Política:


  Por: Juan López

   El destino es una fuerza centrífuga que a ciertas personas las atropella. Un vértigo aturde el entendimiento. La vorágine azota con mayor ímpetu a los flojos e indolentes. El ejemplo más fácil es aquel del pobre quien, en una de esas rachas, se saca la lotería y pasa de indigente macilento, en una misma mañana, a ser acaudalado sin freno ni rienda para el derroche y la liviandad.
   
Esta metamorfosis es común no sólo en asuntos económicos. En materia política, donde el poder altivo y grosero es rango superior al de los comunes ciudadanos, la transcultura personal es también un extravío que se padece a grados que se aproximan al ridículo.
  
Así fueron gobernantes René y Zeferino: antípodas, no; más bien
recipientes de una natura apropiada al subdesarrollo.
   
Que hombres ignorantes asuman responsabilidades de gobierno  es rutina en África, Islas Caimán y también aquí, donde la competencia educativa genera espectros tan deficientes como las “universidades” privadas de Acapulco, Ayotzinapa y algunos féretros heroicos, el de Lucio Cabañas y Genaro Vásquez, que se utilizan cual íconos de una lucha, presta a venderse con el primer gobierno que los soborna. Donde la incultura gobierna los libros se queman y los hombres sabios están proscritos.
  
En democracias endémicas es natural que lleguen al poder los peores, los más charlatanes, los abusivos y los mediocres.
  
El atraso social, educativo, empresarial, político, económico y humano, tiene correspondencia con personas como Zeferino y René. 

Ambos no hicieron nada por transformar Guerrero, por convertirlo en un generador de obras y servicios capaz de reciclar la economía y el desarrollo. Frívolos e irascibles fueron inhábiles  para lograr con desempeño patriótico, hacer de una Entidad amarga y frustrada, un Estado productivo, enganchándolo al mercado nacional y orientándolo hacia la gloriosa pujanza, de una mejor calidad de vida para el pueblo guerrerense. Infecundos.
   
Nada hicieron. Seis años de molicie los desperdiciaron en verba árida y locuacidad estéril, donde ninguna semilla lograron que germinara en el corazón de la ciudadanía. Parlanchines sin eco ni auditorios. Generadores de gritos que aturden y no creadores de voces que orienten, patrañeros, dejaron el poder y se proscribieron en un autoexilio, a sabiendas que los frutos anodinos de sus regímenes generaban el repudio general de la población. Ambos huyeron para quedar fuera del alcance de la maldición popular.
   
Pocos gobiernos son recordados con tanta desaprobación. Y aún así, con candidaturas inexplicables, se aprestan nuevamente a presentarse ante el electorado local, como si no hubieran, en sus respectivos gobiernos, causado tanto daño político, económico, social, moral, institucional y humano a esta dimensión histórica, Patria del Sur, que se llama Guerrero.
   
Cuál es la explicación del PRI y el PAN para pedir a los ciudadanos que voten por tan desgarradoras figuras de la corrupción. Por qué ensañarse con los electores olvidando el lastre que fueron y son estos personajes. La memoria del pueblo los condena. El tiempo no los olvida aunque debiera ser el olvido el último remedio de sus atrocidades.
   
Inscribirlos en la boleta electoral, para que a la hora de la votación, en el supremo instante de la urna, el sufragante los deseche como lo que son -cascajo indeseable, basura urbana-, es una opción innecesaria, que se pudo evitar con no aceptarlos como candidatos, por ser una burla democrática, befa, mojiganga de una pantomima, con la que habrán de pagar todos sus abusos, arbitrariedades, mezquindades, injusticias y atropellos, con los que agredieron a los comunidades más indefensas de Guerrero.
   
La transcultura política es eso: enloquecer como un briago con el poder de repente. Ir de lo verde a lo podrido sin pasar por la madurez. Gobernar es una droga cuando sin preparación para el cargo te ves investido de un alucinógeno que se llama poder, sinónimo que debiera ser de justicia, igualdad, fraternidad, honestidad y hombría, pero que con estos embaucadores se vuelve usurpación, vileza moral, estiércol e infinita miseria humana.

   PD: “El que nunca ha tenido y llega a tener, loco se quiere
            volver”. Refrán.   

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