sábado, 24 de marzo de 2012

LA TETERA CÓSMICA. ¿Igualdad económica o iguales ante la ley?


Imagen: Alberto Montt (Dosis Diarias)
Desde distintos ámbitos se discute sobre el tema de la desigualdad, sobre si esta es natural, sobre si es necesaria, si hay que combatirla. Este debate trae consigo el tipo de estado y el tipo de desarrollo que vamos a querer. No es un debate pequeño y bastante se escribe y se discute dentro de la academia. Sin embargo, hay cierto consenso en que la desigualdad debe combatirse y que los países más desiguales social, económica y políticamente hablando, tienden a generar conflictos sociales. Es decir, el crecimiento económico no basta, sino también que las brechas entre los que ganan más y los que ganan menos no crezcan. Para el campo de la salud, por ejemplo, los epidemiólogos Richard Wilkinson y Kate Pickett señalan que las sociedades menos desiguales resuelven mejor los problemas de salud que aquellas con más desigualdad (ver aquí).

Es cierto, además, que contextos donde hay mayor igualdad ante la ley (que se puede medir no solamente con la sensación de que la ley funciona igual para todos, sino también con medición de corrupción y transparencia pública) genera condiciones para la disminución de la desigualdad. En un país corrupto difícilmente una persona pobre dejará de ser pobre; los fondos que deben ser dedicados a combatir la pobreza extrema se gastan en obras innecesarias o se hacen obras mal hechas. Así, hay gente que se enriquece no por mérito propio o por su trabajo, sino porque se robó la plata de otro. Eso ha ocurrido en países de cualquier bandera política en el siglo XX, desde los países de la órbita socialista a aquellos que abrazaron las políticas de mercados abiertos.

Ver la evolución de la desigualdad económica en el tiempo sirve, a su vez, para ver en qué medida aquellos que nacen pobres dejan de serlo; un país puede ser “más igual” entre los pobres y ricos que otros, pero a la larga pueden ser países donde nada cambia porque no hay las condiciones básicas para que el pobre pueda, trabajando y en base a sus propios méritos, llegar a acumular capital.

Es decir, la igualdad ante la ley puede incidir en la reducción de la desigualdad. No es el único factor, pero hay una relación entre ambos factores. Ese fue, más o menos, el argumento que levantó Alfredo Bullard en una reciente columna publicada en el Diario El Comercio. A través de la comparación de Chile y Honduras llega a la conclusión que es preferible la igualdad ante la ley (más fuerte en Chile, según él) que la igualdad económica (más fuerte en Honduras, según él).


Los países van resolviendo sus problemas de desigualdad de muchas formas. Honduras, por ejemplo, es hoy en día un país más desigual que Chile o que Perú. Entre otras cosas, porque las reglas funcionan. Hay mayor confianza en las instituciones. Sin embargo, no todos sienten que la ley funciona igual para todos. Más gente cree en Honduras que la ley igual para todos que en Chile o que en el Perú. Es una tendencia que va cambiando con los años, y los últimos hechos políticos en Honduras seguramente va a cambiar dicha sensación.

La igualdad ante la ley, como señalamos, se refleja mucho más en la corrupción. Si bien es cierto que en Honduras más gente cree hay mucha o bastante igualdad ante la ley, Chile aparece como un país menos corrupto para sus ciudadanos que Honduras o el Perú para los suyos.

Aunque Bullard acierta en la relación de ambas variables, falla al momento de argumentar, dando a entender que alguien preferiría vivir en un país desigual económicamente pero con igualdad ante la ley. Como hemos visto, ambas variables son indesligables cuando se ven en el tiempo. Sí, alguien va a preferir vivir en un país ajeno siempre y cuando sepa que existen las condiciones para que esa desigualdad se reduzca con los años. Es decir, que existan condiciones para la movilidad social, donde ser pobre no implique una marca hereditaria.

En ese sentido, aunque en el Perú se haya avanzado algo para la reducción de la desigualdad económica en los últimos años, persiste la terrible idea que en el país no todos somos iguales ante la ley o que la corrupción campea por todos lados. Para plantearlo de otra forma, que el que tiene plata puede hacer lo que le quiera porque la ley siempre va a estar de su lado.

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